La playa de Cabanas, días sin fin




¿Cuántas veces has deseado en el verano parar el tiempo para que un bonito día de playa no tuviera fin? ¿Qué la tarde se quedara estática en ese instante en que el sol está a punto de recostarse sobre la tierra, en el momento en que la luz del día es más preciosa y la temperatura perfecta? Te aseguro que eso ocurre cada vez que cruzas en barco a la playa de Cabanas. Allí te esperan esos días de vacaciones con los que alguna vez hemos soñado en playas kilométricas desiertas, con unas aguas en las que son irresistible el baño y una arena, que se convierte en el mejor colchón de dulces sueños. Los lectores del periódico The Guardian nombraron a esta playa la mejor de la península ibérica, porque "los visitantes tienen la impresión de estar en un pequeño paraíso sólo suyo", ¡juzguen ustedes mismos!



Para mi cualquier playa al otro lado de la barrera de la Ría Formosa es maravillosa, pero cada una de ellas ofrece una particularidad diferente o atractivos añadidos, que la hacen más apetecible según el día.



De Cabanas nos encanta su ubicación, en un pintoresco pueblo de casitas de pescadores; la cercanía a la playa en sí, un trayecto de no más de cinco minutos en barco desde la avenida de la ría; y la gran oferta gastronómica que tiene este enclave, con muy buenos lugares para almorzar antes de cruzar, o cenar al regresar.



Para los amantes de la buena comida es sin duda un punto de interés con propuestas de alta cocina tan interesante como la de Noélia Jerónimo, una de las grandes cocineras de esta región y del país que se esconde en Cabanas. Noélia transformó una antigua pastelería en uno de los restaurantes más afamados y representativos de la gastronomía algarvia, tanto que es difícil encontrar hueco para sentarte a comer. Si lo consigues su 'reinvención' de las recetas más tradicionales son riquísimas como la açorda, la raya o los arroces, realmente especiales.



En Cabanas tienes además la más famosa sopa do mar en el restaurante O Ideal; un sabroso caldo de marisco y pescado dentro de un pan casero con un rico gusto a hierbabuena. En Ideal son también famosas sus recetas de pulpo con tomate y las pataniscas.


Y si te gustan los guisos caseros y ricos, tienes que parar en Sabores da Ría, en un primer piso de la avenida de la ría con una estupenda terraza sobre el agua y una cocina a buen precio y muy rica. 

 
 
Y nuestro último descubrimiento fue O Monteiro, un restaurante modesto frente a uno de los puntos de embarque de la ría, donde puedes darte un festín con sus recetas de pulpo, gigantescas raciones para dar de comer a un regimiento. 
 
                                

A la playa de Cabanas se llega cruzando en un pequeño barquito.

 

Menos de cinco minutos de travesía por la ría que te llevan hacia el paraíso.

 

Nada más pisar tierra, tienes que atravesar un pequeño puente de madera sobre las dunas que desemboca junto al chiringuito y una amplia zona con vigilancia, sombrillas y zona de masajes.

 

Para los más cómodos y más aventureros, nada más llegar, sin andar mucho, tienes todas las comodidades para disfrutar de la playa.

Pero, para los que somos más intrépidos y nos gusta estrujar los placeres de la naturaleza, hacia la izquierda de la zona de sombrillas se abría una amplia y preciosa playa desierta. Después de aquella abundante comida y con aquel panorama ante nuestros ojos, no nos quedaba otra que pasear: andar y andar entre salidas y entradas en aquel precioso mar.

 

Nos plantamos como reto llegar por la playa hasta el principio de la Ría Formosa, cerca donde se esconde un lujoso hotel, y en aquel solitario paseo nos encontramos tan solo nos encontramos con pescadores afanados en sus tareas y algún que otro enamorado de esta tierra que ha hecho de este arenal su casa.

 

Caminamos cerca de una hora con la imagen de Altura y Monte Gordo en la lejanía y sobre una alfombra húmeda, bañada por un agua transparente.

 

Como la curiosidad no tiene límites,a pesar de lo agradable del paseo e incluso de no llevar ningún calzado, decidimos adentrarnos e inspeccionar en el interior de la Ría Formosa e incluso nos atrevimos a hacer nuestros primeros pinitos en el arte del marisqueo.


 En aquel momento éramos cinco niños grandes, entusiasmados con los cangrejos, buscando palos que sirvieran de bastón en el fango resbaloso de la ría y buscando las famosas navajas en aquellas aguas cristalinas. 

 

Si bonito fue el camino de ida, espectacular se dibujaba la tarde a la vuelta hacia Cabanas para coger el barco. El sol se acercaba a la cima del Monte Figo a la lejanía y el océano tenía una temperatura y un color espectacular. Aquí hubiésemos querido parar el reloj de una tarde que no queríamos que tuviera fin.


Pero la realidad impone sus reglas. Y, en aquella ocasión, no esperaba el último barco de vuelta al pueblo de Cabanas. Para hacer menos dolorosa la despedida, una capirinha en el chiringuito frente a la ría y al Forte de São João de Barra, una antigua edificación militar convertido hoy en un encantador y peculiar hotel.


Una vez más fue un día especial en el Algarve, pero cuando vuelves de Cabanas siempre tienes la impresión de que lo haces del paraíso.

 

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