El mercado de Olhão


Tengo el corazón partido cuando se trata de elegir un mercado en el Algarve, dividido entre el de Loulé y el de Olhão; pero sin ninguna duda los dos son imperdibles en una visita al sur de Portugal. Los dos tienen una fisonomía muy particular; los dos presumen de excelentes productos; los dos rebozan animación; los dos son unas de las mayores atracciones turísticas del Algarve. Olhão tiene uno de los más carismáticos y bellos mercado de todo el país, que los sábados por la mañana eleva además su vistosidad con el mercadillos de productores.


A finales del siglo XIX ya existía un mercado en Olhão, entonces era un simple tejado sustentado por columnas en el mismo lugar que ocupa hoy. 


Pero el lugar se hizo tan famoso en la región por la calidad de su pescado, que se construyó un gran edificio en 1915 para atender en mejores condiciones a tanta afluencia de público.


El actual mercado es heredero de aquella construcción, que se reformó en 1998 y que ha acabado convirtiéndose en el principal 'monumento' de Olhão. 


Dos edificios rectangulares; uno exclusivo para la venta de pescado y otro para las verduras y carnes, llamativos por su color rojizo y por sus cúpulas verdosas, que se divisan desde los barcos de la ría. 


El Mercado de Olhão no es sólo singular por fuera, también lo es por dentro. Los azulejos que revisten los dos edificios fueron pintados por el artista plástico António Costa Pinheiro, escenas sencillas que tienen mucho que ver con la vida algarvia.


El pescado sigue siendo el principal imán del mercado. En pocas plazas vas a encontrar variedades tan espectaculares y tan vistosas. 


Pescados de todos los tamaños, de todos los colores, de nombres desconocidos, con los que se podría ilustrar un master de oceanografía. 


El Mercado en realidad es como una escuela, no hay día en el que no aprendas algo con la visita. Aquí conocimos la huevas de pulpo secas (ovas de polvo), deliciosas como aperitivo con una cerveza fría; o los usos alimenticios de la morena (moreia), ese pez con forma de serpiente, que da un poco de miedo.


Detrás de cada puesto hay un vendedor o vendedora entrañable dispuestos a eseñarte los secretos y las utilidades de los productos del mar.


El otro edificio del mercado, el más cercano al embarcadero de los ferrys, se centra en las lustrosas verduras y frutas del barrocal algarvio. Unos puestos que se entremezclan con los de dulces, licores, compotas, y las más variadas delicatessens, como las de la charcutería Formosa, especializada en los ibéricos de los dos lados de la frontera, pero con decenas de quesos del país, 'enchidos' de Monchique, vinos algarvios, conservas, dulces...


Casi al lado, con entrada por dentro y fuera del Mercado está la tienda gourmet Alquimia da Terra, un lugar pequeño y encantador para comprar y también para pararte a probar algo.


Una despensa, con un pequeño bar de degustación, en el que, vas a encontrar los productos más exquisitos y deliciosos del Agarve y Portugal; de esos que debes echar en la maleta como recuerdo de tu viaje o como un excelente regalo para amigos y familiares. 


Otra de mis debilidades en este mercado es el puesto de especias; hay tantos botes, con nombres y olores tan sugerentes, que siempre tiene que caer alguna nueva para experimentar en la cocina.


Olhão tiene una órbita elíptica en torno a su mercado. Una órbita en la que transcurre la vida social, comercial y turística de esta ciudad. 


A su alrededor se concentran restaurantes, tiendas, heladerías, espacios gourmet, fiestas, eventos o locales de música, como Cantaloupe, un bar-café con una extensa carta de vinos y donde nunca faltan conciertos de jazz en directo, sobre todo los domingos al caer la tarde.



El mercado de Olhão y su vida anexa; la de los pescadores entrando y saliendo con su mercancía; la de los hortelanos descargando productos, la del bullicios de los bares; la de los turistas disparando la cámara; la del olhanense llenando su cesta o la de los navegantes amarrando el barco a las puertas del mismo son cautivadores.


Un ambiente fascinante que alcanza su culmen los sábados por la mañana, con el tradicional mercado de productores.


Ese día, a primera hora de la mañana, la zona entre el mercado y la ría acaba siendo colonizada por los agricultores y productores de las aldeas locales, que llegan con sus sombrillas de colores, mesas desmontables, barreños cargados de golosas mercancías y pesos que son una reliquia. 


Es difícil no maravillarte con este universo, con esta feria de quita y pon semanal, con un evento lleno de humanidad; donde detrás de cada mercancía hay una historia personal que te impregna. Es mucho más que un foro para la compra y la venta; es un intercambio de conocimiento y de culturas.


La señora de los higos nos dice cómo y cuándo los 'apanha'; la de las aceitunas nos da pista de sus aliños; las de algas nos explica las nuevas aplicaciones en la cocina, y el vendedor de las legumbres nos da una clase de los tiempos de cocción de todos los tipos de alubias. 


El mercadillo es un tótum revolútum, en el que todo es llamativo, delicioso, apetecible, y además barato, muy barato. 


Ese día la orilla de la ría está todavía más bonita adornada con los puestos de flores.



Un rico olor a churros aromatiza esa mañana el aire y despierta aún más el apetito, que es fácil de saciar con las frutas, las aceitunas o los apreciados dulces de esta ciudad, donde el folar es el rey. 




El mercadillo de productores de Olhão es una auténtica feria, de olores, colores, sabores y música incluida.


En el contorno del mercado se vive una atmósfera única, en la que se condensa la esencia de la ciudad y también la del Algarve. Todo es adorable y auténtico. Lo que ves es lo que es este pueblo, sin aditivos, 'maravillosamente desaliñado', como la describía la revista de Jamie Oliver, maravillosamente espontáneo y natural.

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