Las calas de Lagos, la costa dorada



Visitar el Algarve y no conocer las calas de Lagos sería un pecado. Posiblemente la Costa d’Oiro o Costa Dorada, como se conoce a este tramo, es una de las mayores atracciones turísticas de todo Portugal o al menos uno de sus parajes naturales más fotografiados y admirados. Y no es para menos, la belleza singular de esta franja costera, desde la Praia de Batata a Ponta da Piedade, y sus espectaculares vistas no pueden dejar a nadie indiferente.


La erosión dejó patente una vez más sus habilidades escultóricas en la costa occidental de Lagos, esculpiendo sus altos acantilados rocosos y dorados, un color que le dio nombre a esta línea costera.


Pero las sorprendentes esculturas de estas rocas, las más altas de todo el Algarve, no es el único atractivo de estas calas, también lo son sus aguas transparentes, entre azul y verdoso, y el contraste de ellas con las arenas limpias y blanquecinas de pequeñas playitas escondidas entre gigantes paredes de piedras.


Este lugar despierta el mismo misticismo que la costa de Sagres, por eso los pueblos más antiguos no se resistieron a asentarse aquí y menos aún a levantar los templos a sus dioses en los tramos de la costa que con el tiempo se fueron independizando, y que hoy son islotes solitarios frente a sus calas más famosas.


Hay dos formas distintas de conocer la bahía de Lagos, desde arriba, casi tocando el cielo, o desde abajo, navegando por sus aguas y sorteando las grandes rocas en el mar, y ambas son experiencias inolvidables.


A poco menos de tres kilómetros del centro de Lagos está Ponta da Piedade, un monumento natural del que, con motivos, presume el Algarve en sus folletos turísticos. Esa punta de tierra, donde está el faro, fue ocupada por los romanos en la antigüedad y dicen que desde el siglo XVI ya existió un templo, que más tarde sería una ermita con la imagen de Nossa Senhora da Piedade, la que acabaría dándole nombre a este rincón del Algarve.



Para llegar a Ponta da Piedade tienes que seguir el itinerario señalizado desde la salida de Lagos. A unos tres kilómetros del centro de la ciudad, dejando atrás las calas de Dona Ana y Camilo, encuentras el antiguo faro; desde aquí, a través de senderos de tierra, puedes pasear por lo más alto de la falesias y desde aquí tienes para mí la panorámica más asombrosa de toda la costa del Algarve a uno y otro lado, hacia Sagres y hacia Carvoeiro, con Meia Praia al fondo.


El paseo no es apto para quienes padecen de vértigo, es casi como si hicieras equilibrismo por el filo de la azotea de un rascacielos, desde donde los barcos se asemejan a pequeños alfileres de colores flotando en el agua. Pero, a pesar de la altura, siempre hay valientes por aquí que suben y saltan de roca en roca, que se fotografían en lo más alto desafiando los peligros de la gravedad.


Junto al farol, bajando unos 200 escalones, llegas hasta la ‘sala’ de la Punta de la Piedad, una pequeña plataforma con escalera incluida, que se ha convertido en un diminuto puerto para coger los barcos que te pasean por esta costa.


Una viaje que, durante unos 45 minutos recorre todos rincones de la costa, descubriéndote playitas escondidas y desvelándote secretos de este paraíso.


El viaje en barco o en kayak, es una de esas aventuras que sí o sí tienes que hacer en el Algarve. Las aguas de Lagos están siempre salpicadas de embarcaciones de diferentes tamaños y tipos, dispuestas a descubrir al visitante desde el mar todos los rincones de su costa.


En Lagos los pescadores se han reconvertido en guías turísticos muy sui generis y entre ellos se turnan y rivalizan por ofrecer al turista el paseo más bonito y disparatado. Disparatado y quijotesco porque a los ojos de nuestros guías las grutas son cocinas con sus chimeneas; las rocas se transforman en dromedarios o elefantes y los picos de las ‘falesias’ adquieren los perfiles de los personajes políticos más ilustres de la historia universal. ¿Quien iba a imaginar que hasta el mismo general de Gaulle tuviera un retrato de su perfil en esta costa? La naturaleza ha hecho preciosa este tramo de la costa y la imaginación de los marineros la ha convertido en divertida. 


A lo largo de la costa tienes diferentes puntos de embarques para coger los barcos, en la playa de Dona Ana, en el Fuerte de Ponta da Bandeira, junto a la playa de Batata, y también en el mismo Lagos, en la Marina. Unas embarcaciones con las que además tienes la oportunidad de adentrarte en calas inaccesibles desde la tierra como la dos Pinheiros y Praia Grande.


Junto a Ponta da Piedade está la playa de Camilo, ese atractivo rincón de aguas color turquesa resguardado por rocas en las que se abren puertas y ventanas naturales hacia el mar. Para poder disfrutar de este rincón, reservado antaño sólo para los valientes que cruzaban nadando o bajando una cuerda, hubo no hace mucho que construir una extensa escalera, que ha acabado convirtiéndose en otro de esos escenarios algarvios donde la foto es inevitable.


Si tienes la suerte de encontrar algunas de las dos estancias de la playa de Camilo solitaria, quizá sea uno de los baños más memorables que te puedas dar en esta costa; sumergirte en estas aguas transparentes, hacer snorkel, y disfrutar el calor del sol, amparada por los acantilados, es una delicia.


Después de subir los casi doscientos escalones de la playa, es difícil no resistirse a una cerveza fría en el restaurante O Camilo. Un local elegante, de los más apreciados por esta costa, con un mirador privilegiado del océano, en el que es inevitable darte el capricho de unas ostras, un pulpo o un pescado asado.


A lado de Camilo está Dona Ana, la famosa y polémica cala de Lagos por sus recientes obras de demolición y ampliación, que ha cambiado su imagen. La fisonomía de Dona Ana es muy similar a la de su playa vecina, con ese color irresistible de agua, las falesias, las rocas flotando el mar…Su fama de las más bonita de todo Portugal la precede, por eso siempre tiene muchos visitantes.


Dona Ana tiene como vecina al este a otra pequeña cala, la de Pinhão, a la que se puede llegar andando por un sendero en lo alto de las falesias desde Dona Ana. A ella sigue la Praia dos Estudantes, otra de esas diminutas playas que se divisa en los viajes en barco, donde un gran arco intenta que una de las rocas no se desprenda de la costa.


Antes de llegar a la Marina de Lagos, al Forte Ponta da Bandeira y al Cais da Solaria, donde estuvo en tiempos la lonja, está la playa más animada de Lagos y la más cercana al centro, la conocida como Batata y antes llamada Formosa. La playa tiene una historia curiosa, aquí el día 29 de junio se celebra cada año el conocido como ‘Banho Santo’, una tradición que también se conmemora en Manta Rota y que recuerda aquel día fijado en el calendario, en el que las mujeres y hombres del campo bajaban al mar para bañarse. Fueron ellos, los campesinos quienes dejaron el nombre a esta playa, porque en su excursión siempre les acompañaban las ‘batatas doces’ para comer.


Lagos no se puede dejar de conocer desde el mar, desde esa perspectiva que te permite disfrutar de "las grutas de mil colores..., de las aguas que toman el color de las flores...", como las veía su más ferviente admiradora Sophia de Mello Breyner.

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