Alvor, un paseo con sabor a mar




A quién no le gustan las villas con sabor a mar, las que conservan las huellas de la tradición marinera de sus gentes, las que huelen a salitre, las que se perfuman con el pescado secándose o asado en las parrillas, las de preciosas playas y deslumbrantes paseos. ¿A quién no le puede gustar Alvor?


Alvor es ese rinconcito algarvio escondido entre Portimão y Lagos con un carisma muy especial. Una pequeña población elevada sobre el mar en la que todavía conviven con total armonía la población autóctona con la foránea, la vida cotidiana con la turística.



En sus estrechas calles de casas encaladas, por un lado están las redes y la ropa tendida de la labor, y por otro cuelgan los artículos de las tiendas de souvenirs.


Y si dentro la coqueta iglesia del Divino Salvador o de la diminuta iglesia de la Misericordia impera un espiritual silencio, fuera, en la misma puerta de los templos, todo se contagia del bullicio de la vida mundana, de esa algarabía de los turistas comiendo y bebiendo en sus restaurantes y bares.



A los pies de la ría, a un lado, los pescadores remiendan las redes o limpian los aperos, y a otros los turistas suben a los barcos para observar delfines o desayunan en ese fabuloso mirador que es el zona riberinha, donde una particular escultura rinde homenaje a sus marineros.


La ría es una preciosa piscina compartida por los barcos de pesca, las embarcaciones deportivas y los turistas empeñados en flotar a pie sobre ella.


Quizá sea este antagonismo, esta secuencia de paradojas, lo que hace que Alvor me parezca tan atractivo, un destino con muchas razones para regresar a menudo.


Su oferta gastronómica es amplia y exquisita; es difícil comer mal aquí o no encontrar algo que te apetezca con tanta variedad de restaurantes, vinotecas, chiringuitos, tabernas o gastrobares, donde la competencia consigue que sus precios estén al alcance de todos.


Y luego está el encanto de su pequeño mercado local, a un paso del derruido castillo reconvertido en jardín infantil, y también el mercado de los domingos en la ría, que trae hasta aquí a los productores locales con los deliciosos frutos de las huertas cercanas, hermanando ese día el mar con el campo.


Pero hay más. Sus playas son maravillosas, de arena blanca y aguas transparentes. Están las de Prainha y Tres Irmãos rodeada de rocas esculpidas y a continuación la extensa playa de más de tres kilómetros de Alvor, la que llega hasta el espigón que separa esta costa de la de Lagos por un estrecho canal de agua.


Para mí una de las pequeñas y grandes maravillas de Alvor es ese adorable paseo sobre las pasarelas de madera. Un itinerario de 6 kilómetros que te permite recorrer todo el borde de la ría y acabar paseando junto al mar hasta llegar de nuevo al pueblo, con la suficiente hambre para devorar un plato de sardinas recién asadas al son de la música de un acordeón.


El sendero, con el nombre 'Al Sabor de la mar' recorre la península de 'Ponta do Medo Grande', partiendo desde los últimos almacenes de pesca, junto al camino de tierra que te lleva al tramo de playa conocido como 'Restinga', por el nombre del famoso chiringuito en el que Mario Soares solía almorzar en sus vacaciones por estas tierras.


Aquí fue también, en Alvor, donde el mandatario luso suscribió el acuerdo para la independencia de Angola. Y es que esta pequeña villa, fundada por los cartagineses como el 'Puerto de Aníbal', siempre ha tenido un papel protagonista en diferentes episodios históricos de Portugal.


Las pasarelas de madera o los caminos de tierra para las bicicletas dibujados sobre el terreno del sendero nos acercan a la vida de la marisma y al borde mismo de una ría de aguas transparentes, una gran piscina a los pies de la villa de Alvor.


El camino desemboca en el espigón, en esa salida del río Odiáxere hacia el mar que rompe la costa algarvia en este tramo e impide continuar andando desde Alvor hacia Meia Praia, la gran playa de la localidad vecina de Lagos.



El paseo discurre ahora mojándote los pies en el océano, por la orilla del Atlántico, para percibir el sabor del mar por esa playa infinita.


Puedes seguir caminando y jugando con las olas en la orilla o bien regresar a las pasarelas de madera o caminos que te devuelven al pueblo con una vista privilegiada de las dos aguas: el mar a un lado y la ría a otro.


Alvor podría definirse con el nombre de este sendero, una villa con sabores del mar. Su economía, su rutina diaria, su gastronomía, sus paisajes, sus gentes, sus tradiciones..., todo esta ligado al mar. Y, lo mejor, este pueblo pintoresco del Algarve te brinda aún el placer de sentir la autenticidad de la vida marinera.

DATOS DE INTERÉS

-Alvor tiene una extensa oferta hotelera que va desde grandes cadenas de hoteles, pasando por hostales con encanto, guesthouse, villas o apartamentos. Consulta aquí la disponibilidad y precios para tu estancia.

-Igual de amplia y variada es su oferta gastronómica. Tienes buenos restaurantes a pie de sus playas, magníficos asadores de pescado a buen precio junto a la ría, así como vinotecas, gastrobares, pizzerías, tabernas...

-En la zona riberinha existen numerosas empresas de turismo activo que ofrecen paseos en barcos por la ría y calas algarvia, observación de delfines, actividades de pesca o también deportivas.

-Junto al inicio del sendero 'Ao sabor da Maré', apto para todas las edades, puedes además alquilar bicicletas.

-Alvor dispone además de un aeródromo (Aeródromo Municipal de Portimão) donde la empresa Skydive te brinda la oportunidad de tirarte en paracaídas.


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