Los que somos padres sabemos el hándicap que supone viajar con niños; cualquier viaje, cualquier escapada no vale a la hora de salir con ellos, siempre hay que darle un matiz interesante o buscar una aventura para entusiasmarlos con la salida. Y precisamente el Algarve tiene un abanico muy amplio de opciones para pasarlo en grande en familia. Unas de estas alternativas son los Centros de Ciencia Viva en Tavira, Faro y Lagos: espacios para divertirse, aprender mucho, sorprendernos y hasta hacer deporte. Sea cual sea tu edad, con niños o sin ellos, no debes de perderte esta aventura del saber.
En Tavira el Centro de Ciencia Viva está un lugar realmente bonito y emblemático, el Convento do Carmo, en la parque izquierda del río Gilão y sobre un alto. El edificio del siglo XVIII, situado junto a la Iglesia del mismo nombre, sobria en su exterior y rococó en su interior, ha tenido muchas utilidades durante el pasado, como convento de las Carmelitas Descalzas, escuela, tribunal, sede cultural y ahora un centro de ciencia muy especial.
Aquella mañana de sábado Jaime, Lucia y Rafa estaban entusiasmados más que nunca con ir a Tavira. Les habíamos prometido subir a un castillo, entrar a una cámara oscura para ver la ciudad y visitar un museo de ciencia como el de Faro, que Jaime tan bien conoce de tanto repetir.
A media mañana ya estábamos en la puerta del Convento de Carmo, en la gran explanada delante de la iglesia que sirve de aparcamiento. Hasta julio el centro abre de martes a sábado de 10.00 a 18.00 horas y algunos domingos y festivos, como el 3 y 25 de abril, el 3 de mayo y el 10 de julio. Desde el 15 de julio al 15 de septiembre lo hace de martes a domingo de 10 a 19.30 horas. El coste de la entrada varía mucho, ya que tienes varios tipos de billetes según los visitantes. Si lo haces en familia puede elegir entre dos opciones: 4 euros para un adulto y dos niños o 7 euros para dos adultos y tres niños.
Nuestro gentil recepcionista y más tarde monitor fue Daniel, que, a pesar de ofrecernos un libro en español como guía de nuestro recorrido, se prestó a acompañarnos y guiarnos por el centro. Daniel, aunque lo negara en todo momento, hablaba muy bien el castellano y fue, sin duda, un excelente cicerone para los pequeños y también para los mayores.
La aventura comenzó con una prueba de resistencia para introducirnos en el mundo de la energía, materia a la que se dedica este Centro junto con el agua. Daniel nos invitó a subirnos a una bicicleta y competir entre nosotros mismos. El reto era encender el mayor número de luces gracias a la energía que producían nuestros músculos al pedalear. El resultado fue de empate y nos dejó agotados.
¿Cuánto tienes que pedalear para ver cinco minutos de televisión? Nos preguntó. No teníamos ni idea de aquella cuestión, hasta que nuestro monitor nos explicó que serían necesarias 5 horas de pedaleo para tan solo cinco minutos.
El siguiente experimento convirtió a nuestros tres amigos en expertos controladores de pantanos. Nuestro monitor les enseñó a regular las entradas y salidas de agua en un embalse y con ello determinar la intensidad de electricidad.
Después del pantano en una bonita maqueta vimos el funcionamiento de las energías alternativas, en concreto la generada por placas solares, en los cultivos de una granja.
Llegó el turno del ciclo del agua. Ellos presumían de conocerlo muy bien del colegio, pero se sorprendieron al verlo sobre una maqueta, donde se formaban las propias nubes, llovía y el caudal de agua de los ríos se llenaba, como ocurre en la vida real.
Pasamos a la siguiente sala y llegó uno de los juegos más divertidos para ellos. Daniel les invitó a crear con arenas sus propias islas, a llenarlas de vegetación, a construir hoteles, casas supermercados y, una vez hecho, el agua empezó a correr para ver más tarde los efectos de la erosión, del agua en movimiento, sobre sus islotes.
El nuevo desafío giró ahora en torno a los colores y la luz. Jugaron con los colores del arco iris, a juntarlos y separarlos para ver el resultado de las combinaciones. ¿Cómo conseguimos el color blanco? Y giraron el disco de Newton para comprobarlo.
Y, de nuevo, a subirse a la bicicleta, y con la energía de sus músculos intentaban producir la energía que encendiera las luces de un mini estadio o la luz de un faro.
La visita culminó en el laboratorio del Centro de Ciencia Viva, donde los niños se convirtieron en auténticos científicos y aprendieron, a través de varios experimentos, qué es la densidad de un cuerpo y sus efectos. ¿Qué flota una manzana o una patata?
Daniel les enseñó a prender y apagar fuego con la simple reacción de la mezcla de varias sustancias.
Y, para terminar, hicieron erupcionar su propio volcán con la combinación mágica de vinagre, detergente y bicarbonato.
Lucia, Jaime y Rafa jugaron con la ciencia aquel día en Tavira, dándose cuenta que nada es real hasta que se experimenta y que lo que se experimenta, ya no se olvida, más aún si se comparte con los buenos amigos. Y nosotras, sus madres, recordamos que la ciencia es divertida y sorprendente a cualquier edad.
NUESTRO AGRADECIMIENTO A DANIEL Y A TODO EL PERSONAL DEL CENTRO DE CIENCIA VIVA DE TAVIRA POR SU ESPECIAL ATENCIÓN AQUEL DÍA
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