Es curioso que la playa del Algarve más cercana a sus vecinos sea una gran desconocida, o al menos lo era para mí hasta no hace mucho tiempo. Aunque la playa está a un salto de la frontera, difícilmente la encuentras en las guías o las campañas de promociones turísticas. Três Pauzinhos, como se llama la playa de Vila Real de Santo António, es una playa local, un refugio natural y salvaje para el verano, anónimo para la mayoría de los visitantes, pero no por ello menos atractiva que el resto. Está claro que, a veces, la fama de destinos más lejanos eclipsa la belleza de los que tenemos a mano.
Durante muchos años cuando pasábamos en coche por la carretera que une el puerto de Vila Real de Santo António con Monte Gordo nos preguntábamos que había detrás de aquel gran pinar junto al faro. Lógicamente allí tenía que estar el mar, pero nunca encontrábamos el acceso y, al final, terminábamos en la Praia do Coelho, antes de entrar en Monte Gordo, donde es fácil aparcar y se comen unas sabrosas sardinas asadas.
Sin embargo, una mañana de domingo emprendimos una ‘aventura’ para despejar la incógnita y descubrir lo que escondía aquel pinar. El comienzo no fue bueno, porque después de acopiarnos de pan, quesos, petiscos y bebidas en un supermercado de la localidad, cometimos el fatal error, sin pretenderlo y sin percatarnos de las señales, de acceder desde uno de los caminos de tierra abiertos desde la rotonda, junto al faro, con la inminente y justa reprimenda del guardia forestal.
Continuábamos sin saber cómo llegar a nuestro destino, pero aquella vez tenía que ser la definitiva, así que tomamos la decisión de preguntar en la gasolinera cercana y acertamos con la idea. De manera voluntaria surgieron varios ‘cicerones’ para dirigirnos hacia el gran espigón que marca la desembocadura del río Guadiana en territorio portugués.
Decenas de veces habíamos estado aquí, atravesando las viejas naves industriales por un camino flanqueado de pinos. La desembocadura del ‘río de los patos', la ‘Foz del Guadiana’, es un lugar precioso, donde casi se toca con la mano la otra orilla española, donde empieza a gestarse la playa ayamontina de Isla Canela y al que cada día acuden numerosos aficionados a la pesca.
Aquí, huele siempre a rico pescado asado, ese aroma tan sabroso de estas tierras, y es que, antes de llegar al espigón, junto a una preciosa calita que hace el río está el restaurante Dom Petisco o el restaurante de Antonio, donde huele a rico pescado asado.
Habíamos visitado muchas veces a este lugar para comer y disfrutar el encuentro del Guadiana junto al mar, pero siempre pensamos que detrás de aquel largo espigón la tierra terminaba.
Y, para sorpresa nuestra, tuvimos que recorrer parte de aquel gran dique para encontrar el camino de acceso a Três Pauzinhos. Una carretera de tierra con un fuerte y rico olor a jara, delimitada por palos de madera y con algunos accesos a la playa. La recorrimos hasta el final, donde hay habilitada una zona de aparcamiento y desde donde parte el camino forestal que une la playa con Vila Real de Santo António. Un trayecto de más de un kilómetro y medio que atraviesa una reserva natural de camaleones, y que en determinadas horas del día se llena de bicicletas de todos los tamaños y colores, que van y vienen de la playa como si de una carrera se tratase, compartiendo el itinerario con un tren neumático.
Además de llegar a Três Pauzinhos por el camino del espigón, lo puedes hacer andando o en bici por este camino forestal o en el tren turístico que la Cámara Municipal habilita en verano con puntos de parada junto al parking del supermercado Lidl, los bomberos o la zona del campo de tenis del complejo deportivo de Vila Real.
Por fin pisamos Três Pauzinhos aquel domingo y nos encantó, tanto a los grandes como a los niños.
Junto al aparcamiento, y algunos tenderetes ambulantes, teníamos un bar con bebidas y algo para picar; sombrillas y hamacas y una zona infantil que la Camara habilita todo el verano con biblioteca, vóley playa, grandes mesas de tenis de mesa y hasta wi-fi, para aquellos que no quieren desconectar.
Una gran playa, dividida por un pequeño espigón, en la que con la bajada del mar, se pueden dibujar inmensos campos de fútbol, una playa de más de 2 kilómetros con espacios desiertos, una playa de días entero, con bocadillos, siestas sin ruidos, baños y muchos juegos.
La playa de Vila Real de Santo António, a pesar de tener cada día más adeptos, conserva el encanto de las playas salvajes, semidesiertas en algunos momentos del día, donde al recorrerla la vista se pierde en la inmensidad de un cuadro en el que sólo está el mar con una continua caricia a la arena.
DATOS DE INTERÉS
-La playa tiene acceso en tren, bici o andando por un camino forestal entre la zona de pinares, frente a la zona deportiva y el parque de aventura de Vila Real de Santo António, camino Monte Gordo. También en coche a través de un camino que sale en el espigón, siguiendo la carretera junto a la línea del río. Hay aparcamiento en la zona.
-En la playa tienes un chiringuito de apoyo con bebida y snacks, pero junto a la desembocadura del Guadiana hay varios restaurantes, al que este año se suma el Beach Club del Hotel Guadiana.
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1 Comentarios
Faz muito tempo que conheci esta praia, um autêntico paraiso que não deverias deixar de visitar.
ResponderEliminarGracias por tu comentario! Obrigado!