Velharia=objeto bello de poco valor, trasto, uso o costumbre antigua. Eso dice el diccionario sobre un término con el que los portugueses bautizan unos de sus eventos sociales y turísticos más populares: las Feiras de Velharias. Para nosotros, sus vecinos, son mercadillos de antigüedades, aunque en estos tenderetes ambulantes, ubicados los fines de semanas en las zonas más populares de sus pueblos, puedes encontrar desde una valiosa lámpara a unos zapatos gastados o un denostado juguete infantil.
Realmente es una experiencia única adentrarse en las calles de estos mercados y perderse entre miles de objetos que disparan la imaginación. Joyas que bien podrían ser el resultado de un compromiso de amor; antiguas ollas en la que se guisaron a fuego lento ricos guisos; discos que animaron los guateques de los 70; mantones que abrigaron a bellas mujeres en sus fiestas; o incluso ordenadores de los años 80 que nuestros hijos no son capaces de reconocer.
El primer domingo de cada mes, la localidad de Boliqueime celebra su Feira de Velharias. Y precisamente el último domingo del pasado año decidimos subir con las abuelas a esta pintoresca localidad para curiosear y valorar los artículos de este mercadillo. Las abuelas Eli y Emilia se han hecho expertas en los últimos años en este tipo de compras.
No era la primera vez que visitaba Boliqueime, pero la luz de aquel día y el ambiente prenavideño me hizo verla de una manera diferente, como si fuera la primera vez, y me resultó realmente encantadora.
El pueblo que presume de uno de sus nativos más ilustres, el ex primer ministro y presidente de la República Anibal Cavaco Silva, es un lugar curioso, muy sui generis, situado en un cerro, a medio camino entre Albufeira y Loulé, de hecho históricamente ha pertenecido a estos dos concelhos. En estas tierras, en una de sus aldeas, también se esconde uno de los hoteles rurales más atractivos de la región Quinta da Cebola Vermelha, que estamos deseando de conocer.
El nombre de Boliqueime procede de la expresión con la que los genoveses, que pescaban por esta zona en los siglos XII y XIV, llamaban a este sitio y significa ‘fuente de agua’. Investigando a posteri sobre el lugar he descubierto que aquí en plena época de expansión colonial el rey D. João intentó introducir la plantación de la caña de azúcar en Portugal, pero al final acabaron 'triunfando' los cultivos de algarroba y de higos.
La población, conformada por pequeñas calles empedradas en pendiente y salpicadas por típicas casas blancas, es hoy el lugar de refugio de muchos extranjeros, cada día más y eso se notaba aquel día en su mercadillo.
Un cartel de ‘Velharias’ situado en una de las esquinas, nos llevó directamente al centro del pueblo, a la plaza donde se levanta la iglesia matriz de São Sebastião. Mientras parte de nuestra expedición curioseaba los puestos en torno a la Iglesia, otros decidimos hacerlo dentro.
El templo construido, como casi todo en este país, tras el terremoto de Lisboa, es una muestra más del encanto de la simplicidad. Nos llamó la atención su altar, con la figura de San Sebastián al fondo, su pila bautismal rodeada de azulejos y un pequeño nacimiento esperando la llegada del Niño.
Fuera de la iglesia, junto a la sede la Junta Local de la Freguesía, nos esperaban unas vistas espectaculares: una bella panorámica de las extensas playas de Quarteira. Si por algo sobresale Boliqueime es por ser una gran terraza al Atlántico.
La experiencia en las ‘Velharias’ no terminó aquí. Uno de los motivos de la excursión de aquel día era la búsqueda de cencerros antiguos como regalo a un vecino de la familia. Como en Boliqueime no los encontramos, decidimos bajar hacia la feria de Olhos d' Água, no muy lejana, que se celebra también el primer domingo de mes . Allí, con la mercancía hallada, si que pusimos el punto y final a las compras y continuamos nuestro viaje hacia Almancil, aunque esa será la historia de otra vivencia en el Algarve.
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