Hay lugares para disfrutarlos desde arriba, en los que merece la pena asomarse a lo más alto para deleitarnos con las vistas espectaculares que nos brindan, y uno de esos enclaves en el Algarve es Albufeira. La ciudad costera más turística, más ‘guiri’, pero en la que el auge de lo foráneo no ha conseguido por el momento borrar los rasgos de su identidad. Hoy te sugerimos asomarte a los miradores de la ciudad que los árabes empezaron a construir como un castillo defensivo frente a un precioso mar.
Hay dos maneras de conocer el centro de Albuferia, por dentro o por fuera. Por dentro, caminado por el conglomerado de calles a la espalda de las playas de Peneco y Pescadores. Es la cara de la ciudad más turística, comercial, la de más ambiente, repleta de tiendas, bares y animaciones incesantes en la calle.
Luego está la Albufeira que mira al océano y éste le contagia su calma. Esta es mi parte favorita de esta localidad, la de los bancos frente a un mar que va cambiando de color para combinar con los tonos del cielo.
Nuestro paseo comienza junto al viejo cementerio (1), en la calle que lleva el nombre de Pôr do Sol (puesta de sol), para ser justa la nomenclatura con el espectáculo que desde esta parte de la ciudad puedes vivir cuando se acaba el día.
Aquí, un poco más abajo, está el Mirador del Puerto de Pesca (2), un balcón desde el que puedes contemplar la entrada y llegada de los hombres de mar y también de los más modernos veleros a la marina.
Hecha la foto continuamos la caminata hacia el Largo do Rossio, ese barrio de casas blancas de pescadores, algunas restauradas como coquetos y diminutos apartamentos turísticos con un espléndido mirador (3).
La terraza nos ofrece tres panorámicas preciosas: la del puerto de pesca, a la derecha; la de un inmenso mar, en el fondo; y la de las playas locales de Albufeira, a la izquierda.
Es sin duda uno de los miradores más bonitos, que se ha convertido también en el hogar de una numerosa colonia de gatos, mimados por los turistas.
A pocos metros, sin salirnos de la calle Latino Coelho, llegamos al famoso ascensor de Albuferia, ese que baja a los más perezosos hasta la arena de la playa urbana do Peneco (5).
Desde el ascensor se contempla la playa más carismática de la ciudad, que debe su nombre a una gran roca (peneco) separada de la montaña por la erosión.
Un poco más adelante, en la explanada Dr. Frutuoso da Silva (6), debajo de un jardín, de nuevo unos bancos te invitan a sentarte en esta tribuna privilegiada, en la que se concentra ese concepto indescriptible que es la ‘saudade’ portuguesa.
En nuestro camino dejamos por un momento de ver el mar, y nos vamos adentrando en la Albufeira más agitada, turística y comercial.
Pasamos por la puerta del Museo de Arte Sacra (7), ubicado en la ermita de San Sebastián que conserva y muestra las obras de arte de las iglesias de esta localidad. Muy cerca de aquí, si volvemos un poco hacia atrás por la rua da Igreja Nova, está el templo más importante de la ciudad, su iglesia matriz dedicada a Nossa Senhora da Conceição (8), reconstruida tras el terremoto de 1755 como casi todo por estas tierras
En este momento de nuestro paseo, bajo nuestros pies
está la calle 5 de Outubro (9), una de las más concurridas y comerciales del
centro de Albufeira, que termina en el famoso y singular túnel de la
ciudad que sale hasta la arena de la playa do Peneco, a la que también se la conoce como la
del ‘túnel’.
La Rua 5 de Outubro te lleva además hacia el corazón de
la ciudad, el Jardín Público de Albufeira (10), una gran plaza en continua efervescencia,
donde siempre hay actuaciones musicales o teatrales improvisadas, y desde la que salen varias calles y callejuelas llenas de tiendas de souvenirs, pubs y
restaurantes.
Seguimos nuestro paseo por arriba, por encima del túnel,
por la Rua Bernardino de Sousa, y nos encontramos con el principal emblema de
la ciudad la Torre del Relogio (11), con una corona de hierro en su cima que sustenta
una campana. La torre está enclavada en una de las paredes del antiguo castillo,
donde estaba la entrada de la Praça de Armas, y frente al Museo de Arqueología.
Volvemos a asomarnos al mar recorriendo la Rua
Bateria (12), donde en su día se levantaban las murallas, y encontramos una vez más bancos esperándonos frente al horizonte que dibuja la unión del océano con el cielo.
Caminamos bordeando la cornisa del acantilado y ahora bajo nosotros vuelve a estar la playa y quedan ya a lo lejos los espigones de entrada hacia la marina.
Por la Rua Bateria te van a sorprender estrechas callejas encaladas y con faroles que inevitablemente me recuerdan a las de mi tierra cordobesa y dejan constancia de la influencia árabe en su pasado.
Salimos, al final de la calle, de lo que en su día fue el recinto amurallado del castillo por un rincón que me encanta, la Puerta de Santa Ana (13).
Y, bajando unas escalinatas, alcanzamos nuevo mirador del Atlántico, en esta ocasión ya junto a la arena, bajo la Antigua Lota (lonja) de la ciudad (14), hoy una gran terraza rodeada de algunos de los restaurantes más famosos como A Ruina o Tasca do Viegas.
La antigua lonja nos abre el paso a la otra playa del centro de Albufeira, la de los Pescadores (15).
La playa y su gran plaza adosada es el escenario de las grandes fiestas y ferias de Albufeira, entre ellas la celebración del Fin de Año. Un amplio espacio que esconde en un rincón el recuerdo a la vocación marinera de esta ciudad.
Nuestro paseo por los miradores de Albufeira termina subiendo por una escalera mecánica al final de la plaza hasta el mirador do Pau da Bandeira, donde vas a conseguir la foto más emblemática de una ciudad con 'vistas'.
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