La playa de Monte Gordo



Si hay una animal que evoca vacaciones, playa, relax, viajes, ese es la gaviota. A pesar de su mala y falsa reputación, a mi me encanta su sonido, sus piruetas arriesgadas hacia el agua, su vuelo acrobático sobre la arena, por eso me gusta la playa de Monte Gordo. Ese extenso arenal, que parece haber sido colonizado por estas aves, y que desde este año cuenta con un largo pasadizo de madera sobre sus dunas doradas, un mirador privilegiado del mar y de esos pájaros marinos.

Monte Gordo nació pesquera y continúa con su vocación, aunque en los años setenta la furia por el turismo la convirtiera en uno de los principales centros turísticos del Algarve, donde empezaron a crecer los edificios de hoteles y apartamentos y apareció el famoso casino para atraer al turista.


En esta extensa playa, bordeada por un extenso paseo marítimo y desde hace poco tiempo sobrevolada por un gran pasadizo peatonal de madera sobre la arena, conviven todavía el turismo y la pesca, aunque cada día más lo segundo sobre lo primero.


Los pescadores han habilitado su propio puerto en el lado más oeste de la playa, entre las sombrillas de los turistas, arrastrando hasta aquí al final de la jornada las embarcaciones desde el mar a la propia arena, coronadas por 'banderas' de todos los colores.


En este último año la playa de Monte Gordo se ha renovado, ha cambiado mucho su fisonomía, pero los ‘golfinhos’, las tradicionales embarcaciones de pesca algarvia, decoradas con bonitos y llamativos colores, siguen estando aparcadas en su arena y junto a ellas siempre las gaviotas.


Desde este verano la playa cuenta con una extensa pasarela de madera, la más larga de todo el Algarve, suspendida sobre la arena para proteger las dunas y con unas vistas privilegiadas del Atlántico.


Un itinerario de más de tres kilómetros desde la playa do Coelho hasta el final de la playa de Monte Gordo, donde puedes continuar caminando por el sendero de Aldeia Nova hastal la playa de Adán y Eva. El paseo es fabuloso en cualquier época del año.


Todo el frontal hacia el mar de la localidad está lleno ahora de caminos de madera sobre la arena para llegar hasta la orilla y los viejos chiringuitos y kioscos han cambiado su aspecto para lucir todos el mismo uniforme, una fachada de madera común que los hace más elegante y atractivos.


En el tramo de la pasarela tienes a tu disposición hasta trece restaurantes y bares para sentarte a comer o tomar un café con el mar al fondo, un auténtico privilegio. Restaurantes donde el pescado recién desembarcado en la misma playa sigue siendo el protagonista de las cartas, pero en los que encuentras cocinas muy variadas y para distintos bolsillos. Comedores para disfrutar a la vez de la buena mesa y de la brisa del mar.


Se puede picotear en la Taberna da Mota, disfrutar de un pescado asado en Agostinho o A Barraquinha, o de cocina más creativa y cuidada en el restaurante Muxama o en Dona Bela, abierto recientemente.


Me gusta mucho el cambio de la playa de Monte Gordo, esa oportunidad que nos brinda de situarnos por encima de la arena, un palco excelente para continuar disfrutando de ese vuelo libre, trepidante y entretenido de sus gaviotas.

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