Visita a las Ruinas de Milreu en Estoi


Los restos de viejas civilizaciones son como imanes que nos atraen a lugares con la curiosidad de averiguar ‘in situ’ algo más de sus orígenes, de revivir de alguna u otra manera el pasado. Aprovechando este instinto natural, invité a mi hijo más pequeño a ‘regresar’ al viejo imperio romano con una visita a las Ruinas de Milreu en Estoi. Las excursiones también sirven para viajar por el tiempo y divertirse.

Una de las joyas arqueológicas del Algarve se conserva en Estoi, a pocos kilómetros de Faro, en las afueras de esta pintoresca localidad, camino a São Brás de Alportel. Este último pueblo es otro destino arqueológico interesante, donde se encuentran  dos tramos de la antigua calzada romana, que unía Ossonoba, la ciudad más importante del Sur en aquel tiempo, con Beja. Ya habíamos visitado en otra ocasión el Centro Explicativo da Calçadinha en São Brás, del que sale, según cuentan los lugareños, un bonito sendero, que tenemos todavía en la agenda de ‘asuntos pendientes’.



Milreu es uno de los siete lugares que la Dirección de Cultura del Algarve marca como imprescindible en la visita a la región. El castillo de Aljezur, la emita de Guadalupe en Vila do Obispo, la fortaleza de Sagres, los monumentos megalíticos de Alcalar en Portimão, el castillo de Paderne y el castillo de Loulé son el resto de tesoros históricos algarvios.



Milreu alberga, tras un moderno edificio, la ruinas de una gran villa rústica romana situada en su momento en una de las zonas agrícolas más fructíferas, propiciada por la gran cantidad de agua que manaba aquí procedente de la sierra de Figo. Los restos de esta casa, que estábamos deseando ver aquella mañana de domingo, fueron descubiertos a finales del siglo XIX por Estácio da Veiga, un tavirense artífice de numerosos hallazgos arqueológicos. Desde aquel descubrimiento hasta ahora, muchos trabajos posteriores han conseguido poner al descubierto la estructura íntegra de esta casa romana, que, a juicio de los expertos, empezó a construirse en el siglo I d.C.


Aquel día, gracias a la jornada de puertas abiertas no tuvimos que  pagar la entrada, que habitualmente tiene un precio de 2 euros don descuentos para niños. Pero, no dudamos, antes de entrar en intercambiar impresiones con el recepcionista, buscando sobre todo consejos para emprender la ruta por las ruinas. 



Los niños llegan a estos lugares con las aspiraciones muy altas, con miles de preguntas en cada paso y esperando la respuesta acertada de los mayores, por eso preferimos armarnos de información antes de empezar y realizamos una visita a la zona expositiva que se encuentra en el interior junto al hall. Paneles explicativos, bustos de personalidades romanas, restos arqueológicos, fotografías...nos explicaban como fue el paso de los romanos por estas tierras y el significado de estas ruinas.


Después de aquella clase de historia subimos hacia el exterior, donde las viejas piedras agolpadas en torno a un precioso paisaje dibujaban en el terreno el plano de una gran casa.




Aunque el paisaje era precioso, mi hijo esperaba más de aquella primera impresión, quizá encontrar aquella casa tal y como la dejaron sus habitantes.  Pero, no hay nada que le guste más a un niño que imaginar, por lo menos al mío, así que fuimos poco a poco recorriendo aquellas antiguas dependencias y fantaseando sobre la vida de los romanos aquí. 




Aquel día me acordé de Bartolomé, nuestro profesor de Latín en el instituto,  con su obstinación sobre las estancias de la domus y su insistencia sobre las características de la cubicula; donde descansaban; el atrio, espacio central de la casa; o el peristilum para la vida privada de sus dueños rodeado de columnas, como algunas de las 22 de Milreu que todavía siguen en pie. Todas las explicaciones del antiguo profesor cobraban vida allí mismo.







De Milreu lo que más nos impresionó fueron sus mosaicos en suelos y paredes; pequeñas piedras de diferentes tonalidades que forman bonitos dibujos del fondo del mar, sobre todo peces, que aparecen perfectamente retratados por todos lados. Aquellos mosaicos recubrían las termas que nos parecieron realmente grandes. ¡Tenía que ser una casa muy lujosa para este gran balneario!, pensamos todos.

  
Pero, el elemento más llamativo de las ruinas de Milreu es su templocon altas y rojizas paredes,que se construyó en la última época romana (S.IV d. c.) para rendir culto a los dioses acuáticos, una especie de 'santuario del mar'.



Según habíamos leídos, los peces en podium del templo podrían estar relacionados con los usos funerarios, con la existencia de un mausoleo, y harían referencia a una vida feliz, como la del mar, tras la muerte. Quizá  ese sea el origen de la expresión "como pez en el agua".



El templo siguió conservando su vocación original de culto y fue más tarde iglesia y mezquita.



No entendíamos muy bien que tenía que ver con todo aquello una pintoresca casa al fondo. Aquella construcción fue el resultado de la ocupación de este terreno en siglos posteriores. Aprovechando las estructuras romanas de los lagares se levantó esta edificación rural con variaciones desde los siglos XV a XIX. 


Una casa típica algarvia, con elementos comunes al de otras muchas que hay en las zonas rurales de esta región.



Aquel domingo nuestra escapada fue diferente. En aquel lugar, donde dos mil años atrás se asentaron los romanos, echamos a volar la imaginación, como cuando miras a las nubes, y viajamos en el tiempo a otro Algarve hasta entonces desconocido.

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