Restaurante Dom Rodrigo en Castro Marim




No es lo mismo comer en un tren, que nos da la sensación de algo rápido y precocinado, que comer junto al tren, cuando lo haces en el restaurante Dom Rodrigo. Y digo junto al tren en el sentido literal de la expresión; prácticamente pegado a la vía. Aquí, mientras disfrutas de una cocina tradicional, esperas expectante, como si se tratara de un juego infantil, que empiece ese sonido vibrante y creciente que anuncia el paso del ferrocarril. Sin duda, es uno de los lugares más pintorescos para comer cerca de la frontera, donde los domingos acuden muchos de los aldeanos que habitan en las casas dispersas por esta zona rural de Castro Marim.

Encontrar este antiguo apeadero, construido en 1.906 y hoy fuera de servicio, nos costó un poco la primera vez. Para no perderte sin navegador, lo mejor es seguir la señal que anuncia Aroeira a la derecha cuando vas atravesando la población de Altura hacia Vila Nova de Cacela por la N-125. Siguiendo el camino, y después de pasar diferentes núcleos de la población, acabas encontrando la vía y, al pasarla, a la derecha la pequeña edificación blanca donde está D. Rodrigo.


El sitio no es apto para comensales gourmet con altas pretensiones, pero sí para quien busca una cocina hogareña y un ambiente familiar en un comedor acogedor, decorado con azulejos, cerámicas, y presidido en la entrada por una chimenea, de la que cuelgan los reconocimientos gastronómicos del lugar y típicos sombreros.


En la 'ementa' de este restaurante hay una larga lista de platos que podrían conformar el diccionario de las recetas más representativas de la cocina algarvia: cataplana, arroz de marisco, açordas, ensopados, bacalao en varias versiones, cozido…

Sin embargo, muchas de sus propuestas no son fijas, la cocinera se deja llevar por la materia prima de la temporada, y algunos platos van entrando y saliendo de la carta, sobre todo los ricos guisos y asados de carne de caza, como el conejo, una de sus especialidades, que se sirve sólo por encargo. La verdad es que, aunque la comida está rica, que lo está; cuando te atienden bien, con diligencia y, sobre todo, con tanta amabilidad como lo hacen, siempre quedan ganas de volver.


Nuestra primera visita fue un domingo de septiembre, antes de las fiestas patronales de Nossa Senhora das Dores de Monte Gordo. Llegamos con los niños, motivados con la idea de que íbamos a comer en una estación de tren.


Nada más sentarnos llegaron las entradas y, a la vez que disfrutábamos del vino, las aceitunas y el queso, nos perdíamos en una carta con muchas sugerencias apetecibles y que intentábamos traducir al recetario español. Aquel día aprendimos que las bochechas son nuestra carrilleras.


Mientras los niños se disponían a comer un gigante plato infantil, nos dimos cuenta que era domingo y, por tanto, era ineludible el plato del día: un delicioso cocido a la portuguesa. Delicioso y gigante, porque con tan solo una ración comíamos tres.


Como no estábamos sobre aviso de aquellas cantidades, junto al cocido llegó una gallina de campo guisada en un recipiente de barro, apetecible solo por el olor. El guiso propiciaba irremediablemente el recuerdo con los sabores más queridos de la infancia, de la cocina a fuego lento de las abuelas. Nos gustó tanto, que cuando volvemos siempre repetimos.


La carne, borrego, cerdo, conejo, ternera o pollo, bien y excesivamente acompañada en los bonitos platos de barro, es la protagonista de este restaurante para nuestro gusto.


No obstante, y atendiendo a la crítica de uno de nuestro amigos que se considera experto en la materia, el bacalhau Lagareiro (asado) puede llevarse el sobresaliente.


Aunque claro, gustos hay como colores, y si se trata de puntuar para mi la matrícula de honor está siempre en sus postres caseros, sobre todo en la torta de laranja y en molotof, ese pudim de claras que se deshace en la boca como un algodón de azúcar, en este caso tostada.



Dom Rodrigo es de esos lugares entrañables donde no sólo se come bien, mucho y a buen precio, sino que además uno se siente como en el salón de casa, aunque de vez en cuando pase el tren.

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5 Comentarios

  1. Beatriz, el pasado domingo estuvimos en este restaurante siguiendo tu post, y la verdad es que nos gustó bastante. Toda la comida de muy buena calidad... y el paso del tren tan cerca animando la comida.
    Valle y Jose...a los que también les gusta el Algarve :-)

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  2. un enorme descubrimiento tu blog, sabes si abre miércoles para cenar...no logro ver el horario por ningún sitio. Gracias nuevamente.

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  3. Tras dar vueltas y más vueltas hasta encontrarlo ha sido una mala experiencia. Entremeses muy normalitos, arroz de pulpo insípido totalmente (creo que han cocido el pulpo y el arroz por separado, los han unido y servido), cabrito al horno bueno pero inundado en grasa y con ensalada en mismo plato... un desastre, postre aceptable, pastel de boniato. Nada recomendable

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