Una de esas jornadas gastronómicas que celebran anualmente en el Algarve nos descubrió hace años uno de esos sitios especiales de la región, Lagar da Mesquita. Aquel
lugar era más que un restaurante y condensaba muchos atractivos: un edificio con historia y tradición, una
sorprendente decoración, un ambiente agradable, un servicio impecable y una
comida exquisita, auténtica y cuidada. Aquel almuerzo nos brindó un pequeño huerto de colores en nuestros platos, un bocado a la primavera, cargado de refrescantes sabores y de múltiples matices.
Creo que lo he escrito antes, pero lo repito, me encanta
perderme por los caminos rurales del barrocal algarvio, más aún si es
primavera. Conducir por aquí por estas pequeñas carreteras se hace difícil
porque la vista tiende a desviarse hacia los múltiples detalles del paisaje:
flores y arbustos de decenas de colores, campos de cultivos y silvestres
teñidos con toda la gama cromática de
verdes, pájaros que se cruzan en el camino, pequeñas casas rurales con sus chimeneas,
pozos y norias.
El espectáculo es tan bonito que no quieres que termine el trayecto y, por eso, te paras aquí, allí y más allá y estas paradas terminan en gratos encuentros, como así ocurrió aquella mañana de sábado, exageradamente calurosa para finales de marzo.
El espectáculo es tan bonito que no quieres que termine el trayecto y, por eso, te paras aquí, allí y más allá y estas paradas terminan en gratos encuentros, como así ocurrió aquella mañana de sábado, exageradamente calurosa para finales de marzo.
El inicio de Jornadas Gastronómicas nos había llevado aquel día a
poner la cruz sobre el mapa de la excursión en São Brás de
Alportel. A priori no sabíamos dónde íbamos a acabar almorzando, porque la
oferta gastronómica de la antigua capital del corcho se ha hecho tan sugerente que
queríamos probar todos los menús de aquellas jornadas, que esté año tenían el
aliciente del patrocino del movimiento Slow Food. Sin embargo, desde hace
varios meses estábamos interesados en conocer un lugar que se presentaba muy
sugerente en las revistas de turismo: Lagar da Mesquita.
No fue difícil llegar hasta Fonte da Mesquita, después de un paseo
por el centro de São Brás, volvimos a tomar la carretera hacia Tavira y a
pocos kilómetros encontramos el desvío hacia esta diminuta aldea de pocas casas
típicas algarvias con un antiguo pozo en
medio y una anciana cruz que recuerda a un antepasado local.
Desde fuera, ya nos gustaba el restaurante. Y en el umbral
de la puerta todavía más. El recibidor por sí solo, un coqueto lugar de espera debajo
de un olivo, ya era atractivo. Y poco a
poco, fuimos comprobando que los diferentes espacios, el comedor, el jardín, la
terraza y hasta los servicios estaban marcados por el encanto.
Lo que fuera un lagar hace muchos años ha quedado transformado por arte y gracia de una excelente decoración ecléctica, en un elegante restaurante lleno de contrastes y estilos, donde combinan a la perfección muebles coloniales, con un gran piano, obras de arte contemporáneo, lámparas vanguardistas, objetos atrevidos de decoración. Aquí, lo nuevo y lo antiguo se hermanan, creando un ambiente acogedor, al que también ayuda la excelente elección musical. Y, además, casi todo se puede comprar, incluido varias prendas colgadas en un perchero.
Teníamos las entradas en la mesa, un aperitivo de cortesía e
incluso la carta, pero seguíamos en aquel momento más pendiente de la
decoración que de la comida.
La historia se tiñe de casualidades; y es curioso que
este antiguo lagar de aceite, el producto base por antonomasia de la cocina mediterránea, sea hoy un restaurante donde se elaboran
algunas de las mejores recetas mediterránea.
Lagar da Mesquita es también un lugar cosmopolita, la artífice
de este proyecto es la austríaca Gudrun Tschiggerl, una mujer enamorada del
Algarve y Portugal desde los 18 años, que ha asentado aquí su vida, como
directora de hoteles y ahora embarcada en el mundo de la gastronomía. Hablando
con ella, de su negocio y de su vida, comprendes porque su restaurante tiene tanta
personalidad, tanto magia y profesionalidad. A pesar de que en el Algarve
sobresalgan los grandes chefs austríacos, ella apuesta en su restaurante por
una cocina de raíces locales, auténtica y de espíritu mediterráneo, quizá con
la que expresar esos valores que la enamoraron de Portugal.
Tan solo tienes que abrir la carta de Lagar da Mesquita para comprender la filosofía de su cocina: productos locales y de temporada, recetas mediterráneas con toques tradicionales, creatividad y, sobre todo, propuestas muy apetitosas, tanto que era difícil decidirse. Para hacerlo tuvimos el consejo y la simpatía de Julio, un olhaense que cambió la isla de Tavira por el Barrocal para encargarse del servicio de esta sala, y que, en un castellano casi perfecto, nos dio algunas pistas sobre los platos con las que pudimos acabar tomando una decisión.
Aunque
era realmente tentadora aquella crema de espinaca con huevos escalfados seleccionada
para la quincena gastronómica, el calor de aquel día hacía más apetecible para
la entrada una ensalada de lulinhas. Y acertamos, estoy segura que lo hubiéramos
hecho con cualquier otra entrada, pero aquel plato nos pareció un bocado de
primavera. Una combinación perfecta de la tierra con el mar, con hortalizas en
diferentes texturas, unos pequeños chipirones a la plancha y un aliño, que como
si de una poción mágica se tratara, no sólo le da originalidad a la receta,
sino que además la hace difícil de imitar.
Como
platos principales compartimos pescado y
carne. Un bife de atum marinado en harrisa con feijão verde e molho de
azeitonas pretas e tomate cherry, en un lado, y, al otro, um chambao de
borroego a moda de norte de África con especiarías e abóbora assada. Dos
recetas muy diferentes, una picante otra dulzona, pero créanme ambas
deliciosas, tanto que los bocados se iban intercambiando de una parte a otra de la mesa.
El atún, en un punto perfecto, estaba debajo de una rica ensalada de rúcula y de judías verdes al dente, la untuosidad y el carácter algarvio se lo daba una salsa que unía el piri piri con la aceituna negra.
Fue
otro de los encargados de la sala, Reinhard, quien nos trajo el borrego escondido en una
rica pirámide de calabaza y nos retó, con un socarrón sentido del humor, a pedirle
más de aquella estupenda calabaza ecológica cultivada en su propio huerto.
Hicimos
un gran esfuerzo para acabar aquella comida con un postre. Los platos eran tan
abundantes que fue difícil terminarlos, pero ¿nos íbamos a ir sin probar algo dulce?
Dudamos entre la tarta de manzana o la delicia casera de limón, pero acabamos
eligiendo la primera y, una vez más, nos asombró la originalidad de un pastel
creado a base de una masa de pan, muy similar a nuestras torrijas, recubierto
de manzanas asadas y con un goloso helado casero.
Fue
un festín, para que negarlo, que incluso regamos con un buen vino de la casa.
Pero igualmente fue una grata experiencia en aquel día de primavera, donde
alargamos la sobremesa curioseando, aún más, entre los detalles de aquel
antiguo y precioso Lagar, al que no nos quedó otro remedio que volver.
-Lagar da Mesquita está en Fonte da Mesquita, 315A, una aldea entre Santa Catarina da Fonte do Bispo y São Brás de Alportel. Cierra lunes, abre cena de martes a domingo. Y almuerzos de miércoles a viernes y los domingos.
-Admite tarjetas y reservas. Precio medio: 25 euros
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