Restaurante Arcos do Guadiana





La línea del Guadiana cobija algunos de esos lugares a los que nos encanta ir a comer a los españoles. Nos gusta por su comida casera, abundante y a un precio estupendo. Hace unos días una seguidora del blog nos recomendaba uno de sus restaurantes favoritos en Foz de Odeleite, Arcos do Guadiana y nos comprometimos con ella a escribir sobre esta entrañable casa de comidas, que no era nueva para nosotros. 


Hoy mismo, mientras lo escribo, David y sus amigos recorren el sendero de Corre, Corre Guadiana de algo más de 8 kilómetros desde Guerreiros do Río a Laranjeiras, y planean terminar su jornada senderista con un rico cocido casero en la pintoresca terraza de Arcos do Guadiana, mirando al río. 


No es la primera vez, ni será la última, porque aprovechar una bonita mañana para hacer una buena caminata por estos campos y sentarse luego a comer en una de sus excelentes mesas, es siempre un estupendo y saludable plan. 


El río Odeleite, conocido por su silueta de dragón desde el cielo, va a desembocar al Guadiana en un paraje natural realmente bucólico, donde además comienza una de las carreteras más singulares, bellas y auténticas de toda la región, que atraviesa sus diminutas poblaciones paralela al curso del río. 


En Foz de Odeleite, famosa por su queso artesanal de cabra y donde confluyen los itinerarios de varios senderos de la Gran Ruta del Guadiana, hay un único restaurante, casi a pie de la carretera, que es fácil identificar por los arcos de su cálido porche, sobre un friso amarillo y con macetas de flores en su entrada.


Encontrarlo, lo vas a encontrar, porque nada más pasar la desembocadura del río, con los grandes molinos vigilantes en la otra orilla del Guadiana, en la entrada del pueblo, un viejo carro de faena sostiene el cartel, que indica el restaurante. 


El ambiente del local es realmente particular. Aquí, paran a tomar café los aldeanos que llevan y traen cestas, miel o verdura a los mercados colindantes de la costa; se reúnen las habitantes de las aldeas en sus comidas familiares; frenan los ciclistas o moteros, cada días más usuales por el lugar, para reponer fuerzas; o entran los turistas preguntando por la quesería de la zona.


La terraza mirando hacia el río, con sus mesas de mosaicos con alusiones al Guadiana está siempre llena, más aún esos días soleados de otoño, de primavera o de cálido invierno que se vive en esta parte de Iberia.


El restaurante es tan genuino como el pueblo; por eso antes de entrar no está mal que disfrutes de un sosegado paseo por sus calles empinadas y te recrees con detalles que, a los que hemos crecido en el pueblo, nos acerca a las raíces y a recuerdos felices de otros tiempos y lugares. 


Algunos quizá puedan ver en ellos decadencia, dejadez o falta de progreso, para mi es el deleite y el hechizo de lo sumamente sencillo. Algunos fotografiarán en sus viajes los modernos rascacielos, a mi me encanta hacerlo de esas azulejos coloridos y piadosos en las fachadas y de esas chimeneas algarvias que despuntan a ese cielo tan alto, como el de Delibes, que habrán ido levantado los campesinos y pastores de tanto mirarlo. 



El restaurante está en sintonía con el pueblo; un local humilde, con recetas de pucheros, ensopados, guisos de toda la vida. Platos que huelen a la cocina de casa.



En Arcos do Guadiana la comida comienza, irremediablemente, con el queso que hace, una calle más arriba, la familia Ribeiro. Y al que puedes añadir el jamón o la caña de lomo de la zona. 



Aunque para nosotros lo más sobresaliente de la casa son sus sopas,  guisos, las carnes ibéricas y el cordero, acompañadas de una montaña de patatas caseras, la carta no se olvida de los pescados algarvios, que varían según la temporada. 



Como buen restaurante del Guadiana, en temporada, siempre encuentras anguilas, lamprea o conejo de campo guisado.



Las raciones, con precios que varían entre los 5 y 10 euros, llegan en grandes bandejas con arroz, patatas y  ensalada. 


La cocina de Arcos es como la de cualquiera que se cuece, se prepara y se asa en las casas de esta aldea. Una propuesta culinaria que se sustenta en el placer de las sensaciones más sencillas y cercanas. 


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