Circula por facebook un reportaje de la revista Dinheiro Vivo titulado ‘20 lugares de Portugal que tienes que conocer antes de morir’. La información, como era de suponer por lo sugerente del titular, se está difundiendo como la pólvora y en la misma aparecen parajes tan espectaculares en el país vecinos como las islas Berlengas, la carretera entre Pinhão y Peso da Régua, el estuario del Sado, el Pulo do Lobo o el Parque Natural de Arrábida. Te contamos cuáles son esos lugares de ensueño en el Algarve.
En la famosa lista aparecen cuatro lugares en el Algarve: la Fortaleza de Sagres, la Ría Formosa en el sotavento algarvio, el pico de Fóia en Monchique y la tirolina que une España y Portugal, atravesando el río Guadiana, desde Sanlúcar del Guadiana a Alcoutim.
Coincido con la revista en los tres primeros, para mí son ‘imperdibles’ en una visita a esta región, pero el último, por eso de mi vértigo, lo cambio por un paseo en barco por el río transfronterizo, e incluso por una cerveza bien fría en el muelle de Laranjeiras do Guadiana. O apuesto porque en la nueva edición del Festival de Contrabando se incluya este año ese puente peatonal que nos permite caminar por encima del Guadiana y en pocos minutos pasar de un lado a otro de la frontera.
Los cuatro tienen algo en común; son el triunfo de la naturaleza sobre la mano del hombre. Cuatro monumentos naturales que deslumbran cuando estás ante ellos, que no se te van a olvidar.
Sagres tienes que conocerlo por muchos motivos; porque sus playas son maravillosas y únicas, por la puesta de sol en el Cabo de San Vicente, por esos deliciosos percebes junto al mercado de Vila do Bispo, o por la por inmensidad del océano desde los altos acantilados de la Costa Vicentina.
Es una cura de humildad, te das cuenta de lo pequeño e insignificante que eres ante la magnitud de este paisaje.
En el pico más alto del Algarve, en Fóia, a unos 902 metros en la Sierra de Monchique ocurre curiosamente lo contrario. Aquí el paisaje te engrandece, te hace sentirte un Dios observando desde las nubes lo diminuto que es tu mundo.
Desde aquí arriba el río Arade parece la tira del papel de aluminio que recorre el belén navideño, los edificios de la Praia da Rocha en Portimão se encogen y Ferragudo se traduce en pequeños puntitos junto a un Atlántico que se asemeja a una gran bandeja dorada por el sol.
No dejes de recorrer un sendero por este paraíso verde en la cima, por estas aldeas que te transportan en el tiempo y, para volver a la realidad, tómate un licor de madroño, el oro líquido de esta sierra.
Si junto al cielo del Algarve hay un paraíso, en lo más bajo hay otro edén: la Ría Formosa, esa piscina natural salpicada de islas de aspecto caribeño, donde sus rincones están envueltos de románticas leyendas, quizá uno de los mejores lugares del mundo para jurar amor eterno.
Los portugueses la declararon una de las maravillas de su país y no es para menos. Desde la vieja Cacela Velha, en Vila Real de Santo António hasta la lujosa Quinta do Lago en Almancil, tienes una marisma maravillosa con playas de alucine en Cabanas, Tavira, Santa Luzia, Fuseta, Olhão, Faro y Almancil.
Elige un puerto, coge un barco, y no dudes en recorrer la Ría, bucear para ver los caballitos de mar y tomar un baño en una playa desierta.
El último lugar que tienes que visitar en el Algarve es la línea del Guadiana. Esa orilla desde Vila Real de Santo António a Alcoutim que transmite serenidad y armonía. Aquí, en estos pueblecitos, se concentra la autenticidad del Algarve, se conservan sus tradiciones y artes, y se saborean guisos deliciosos cocinados a fuego lento.
Si lo quieres comprobar date un paseo por la carretera M-507 que une Foz de Odeleite con Alcoutim, sube a sus cerros y divisa desde aquí el río de los patos. Siéntate en alguno de sus embarcaderos para oir la naturaleza y déjate sorprender por el cocido de grão o la açorda de galinha de sus casas de pastos y restaurantes. Recorre el río en barco y, si te atreves, salta hacia la otra orilla en una gran tirolina.
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