RESTAURANTES
Llegó, vio y venció. Así ha sido el aterrizaje del chef holandés Roeland
Klein en Lagos, el cocinero del restaurante Avenida en los bajos del hotel
boutique del mismo nombre. Abrió sus puertas con la llegada del año y ya está
dando mucho que hablar, tanto que algunos ya le ven el brillo de una nueva
estrella algarvia.
Dicen que la comida entra por los ojos, pues así me llegó a mí la del
cocinero holandés Roeland Klein; por las fotografías deslumbrantes del
Instagram del Restaurante Avenida. En su perfil iban apareciendo imágenes
suculentas de platos con nombres muy sugerentes y aquel álbum empezó a
fascinarme, tanto que el sabor de esas recetas se coló en mi cerebro antes que
en el paladar. Desde la distancia todo me sabía muy rico.
Y luego estaban aquellas fotos del ambiente del restaurante y de la
puesta en escena de su comida sobre las mesas, tan chic, tan elegante y tan
selecta, que contribuían a hacer más enérgica mi adicción por aquel perfil.
Tuve que ir a Lagos para comprobar si aquellas impresiones se ajustaban sólo
a los buenos resultados de una campaña de publicidad o a la realidad en
cuestión, y la primera ocasión llegó con el Festival Algarve Jazz Gourmet
Moments, en el que, para más inri, el restaurante Avenida participaba con un
menú degustación. Aquella escapada fue lo que vendría a resumirse como ‘matar
dos pájaros de un tiro’.
Antes del concierto y con suficiente antelación para disfrutar de la comida
estábamos en el restaurante del hotel Avenida. Un edificio frente a la
Marina de Lagos con un hall sofisticado y confortable, en el que podrías echar
el día entero recostado en sus sofás de diseños, frente a los grandes ventanales
hacia la avenida principal de la ciudad.
Junto al hall está el restaurante, con una cocina abierta a una sala no muy
grande, desde la que se puede observar al cocinero y a su equipo en acción. La
cercanía es tal, que el lugar te permite incluso comer en unos taburetes sobre
la misma barra, charlando con un chef que bromea con los comensales mientras
que va poniendo el toque final a cada plato.
Hasta este punto la historia discurría según lo imaginado, pero nuestra
mayor curiosidad estaba en el sabor de aquellos deslumbrantes platos que
empezaban a colocarse en las mesas vecinas. Llegó entonces la hora de la
verdad, de poner a prueba el paladar y comenzamos con buen pie, mojando pan en
un rico aceite y flor de sal, depositado en dos ostras vacías, y untando el pan
con una suave mantequilla casera de trufa sobre piedras y conchas.
Aquel entrante, recreación de una mini playa algarvia en la mesa, nos sirvió
de entretenimiento para ir decidiéndonos por un vino en una larga e interesante
lista de propuestas nacionales e internacionales; un punto más a favor del
restaurante.
El primer sobresalto llegó con mi ceviche de corvina, mango, chile y yuzu,
un plato delicado y brillante, lleno de frescura y matices.
Al otro lado de la mesa, para David, había un pato confitado en escabeche con
verduras al dente, encurtidos, y una yema a baja temperatura que al romperse
en el plato conformaba una salsa suave y muy sabrosa, tanto como para llegar a abrillantar
la vajilla con el pan.
No hubo que esperar mucho a los platos principales del menú. Está claro que la formación Roeland
Klein en el famoso restaurante holandés Hermitage de su padre y su paso por importantes cocinas del mundo,
no sólo le sirvieron para dominar las técnicas de la alta cocina, sino también
para controlar los tiempos de elaboración y de servicio, con la
justa precisión para que entre plato y plato exista esa pausa obligatoria para olvidar los
sabores del plato anterior y recibir con ganas los siguientes.
Y
así fue, con enormes ganas probé ese bacalao con batata doce
roja, berberecho, chorizo y unas judías verdes en ese punto perfecto de
cocción que refuerza su sabor. El plato no sólo era bonito, sino que
además
estaba muy, muy rico.
Lo
mismo que el otro plato principal del menú, un cordero con quinoa,
queso y ajo negro. Un trozo de carne en su punto, cremosos, rodeado de
un jardín de verduras de colores, que además de decorar el plato lo
salpicaba de sensaciones.
Y
para rematar aquella buena faena culinaria llegó la 'Experiencia
Algarvia', el postre más rico que he probado en los últimos meses, una
combinación brillante y original de algarroba, naranja, almendra, batata
de Aljezur y aguardiente de medroño de Monchique. La esencia del
Algarve concentrada en un bocado muy dulce.
Es
cierto que las cosas muchas veces no son lo que parecen, pero, en el
caso de nuestro encuentro con el Restaurante Avenida, la realidad
consiguió estar a la altura de esas fotos perfectas de su Instagram.
¡Habrá que repetir!
DATOS DE INTERÉS:
-El
restaurante Avenida está situado en el Hotel Avenida, frente al puente
que cruza a la Marina de Lagos y delante del Mercado de Levante, en la
Avenida de los Descubrimientos, 53.
-Abre
para almuerzos y cena. Ofrece un menú degustación de seis platos por un
precio de 60 euros. El precio de los platos oscila entre los 10 y los
16 euros.
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