Cada playa del Algarve tiene un carisma especial, todas tienen algún matiz que la hacen diferente al resto. En el caso de la Playa de Rocha Baixinha, escondida entre la playa de Falesia y la marina de Vilamoura, su atractivo está en esa simbiosis única del ambiente marinero con el rural. A un lado está ese precioso arenal dorado y al otro los pastores con sus rebaños y los huertos; por eso la llaman por allí la Playa de los Tomates.
Si algo puede definir al Algarve son sus contrastes continuos. Esas fuertes discrepancias de sus ambientes por cualquier lado que lo dotan de una particular personalidad. Y uno de esos lugares en los que se ponen de manifiesto estas paradojas es en la costa de Albufeira, en la frontera con el municipio de Loulé, a la puerta del puerto deportivo de Vilamoura.
En este tramo de la costa, desconocido por muchos, convive el turismo costero más selecto y elitista con esas vidas humildes, silenciosas e inadvertidas de hortelanos y pastores. A pocos metros de antiguas quintas agrícolas junto a la ribera de Quarteira, están algunos de los hoteles y restaurantes más chics frecuentados en verano por la jet set lusa, precisamente por su privacidad.
Y es que Rocha Baixinha es una de esas playas que no es fácil ni encontrar, ni llegar, que pasa desapercibida en el famoso listado de playas algarvias. La popularidad de la vecina playa de Falesia eclipsa quizá este trozo de la costa donde las rocas de los altos y anaranjados acantilados van perdiendo altura para acabar desapareciendo en la entrada del puerto deportivo.
A Rocha Baixinha se llega en coche por un camino rural señalizado muy cerca del aparcamiento de caravanas junto al hotel Alfamar. Si no fuera por la indicación de los carteles, seguramente pensaría que vas equivocado y no creerías que junto a esas viejas norias y campos de labor, entre esos caminos de labranza, se esconde una playa rodeada de un entorno natural no muy propio para la zona, y que bien podría pasar por el del Barrocal algarvio.
Es como si alguien hubiera arrastrado la alfombra de las aldeas de Loulé y Albufeira, tejida con jaras, margaritas, chumberas, romero, esparragueras o lavanda, hasta la misma orilla del mar.
Rocha Baixinha tiene dos partes, o más bien dos accesos. El del oeste, más cercano a Falesia y más escondido, con un amplio aparcamiento muy concurrido por las caravanas fuera la época estival.
El entorno de esta playa es idílico para pasear, incluso para hacer un picinic o echarte a dormir la siesta bajo un árbol, sobre todo para los que aún estando al lado de un mar precioso siguen echando de menos el campo.
Y, ya cerca de la marina de Vilamoura está el otro acceso a Rocha Baixinha, presidido por uno de esos elegantes restaurantes con un comedor sobre la misma arena con vistas espectaculares hacia al océano.
Desde el mismo restaurante Rocha Baixinha sale una gran pasarela de madera que conecta con el último tramo de la playa, el más exclusivo de por aquí, y también el más ambientado con chiringuitos tan populares en verano como el NoSóloÁgua Vilamoura o el Thai Beach Club.
Así de variopinta es Rocha Baixinha, tan dispar y carismática como el mismo Algarve.
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