A Ver Tavira, cocina con emoción


Hay qué ver como las redes sociales no están llevando a aprender ‘palabrejas’. Publicas algo y tienes que encontrar el hashtag, o sea la etiqueta que le dé valor y audiencia a tu contenido. Así fue como di con ‘fine dining’, un calificativo de la jerga gourmet que tiene millones de seguidores, un término que, de una manera simple, se traduciría como un restaurante fino, pero que de una forma más profunda se aplica a aquellos restaurantes que ofrecen al comensal una auténtica experiencia sensorial. Entendido así, es la mejor etiqueta que encuentro para el restaurante A Ver Tavira, aunque tampoco le viene mal la de ‘michelin’, no sólo porque esté incluido en la prestigiosa guía, sino porque además apunta a estrella.


Me encantó siempre el restaurante A Ver Tavira, situado a los pies de la famosa torre del reloj de la ciudad y junto al castillo. Pocos lugares tienen un marco y un clima tan bonito en esta región para una comida romántica o especial con la ciudad a los pies y el mar al fondo. Por eso más de una vez pasamos por allí, pero entonces la cocina no estaba en las manos del chef Luis Brito.


Volvimos después del verano al restaurante y lo hicimos con ganas, y con muchas expectativas tras leer las críticas sobre el nuevo cocinero y propietario desde 2017. Y, al final, nos encontramos con algo más de lo esperado, porque hubo más que una buena comida; hubo historias, autenticidad, sensaciones nuevas, sorpresas…La cena fue un goteo de sensaciones con las que el chef, junto con la complicidad de su mujer, la jefa de sala y somelier Cláudia Abrantes, consiguió hacernos felices. No fue solo comer, fue compartir, aprender y sentir.


A Ver Tavira ofrece dos tipos de cocina, una para almuerzo, más asentada en el recetario tradicional y en la comida ligera, y otra para la cena, donde el cocinero aplica todo sus conocimientos, sus vivencias y su emoción. Y, para ello, propone, junto a una sugerente carta, tres tipos de menús degustación de 4, 5 y 7 momentos a los que puedes añadir el maridaje con vinos de una excelente bodega.


Empezamos el menú con una exaltación al Algarve. La mesa se llenó de ricas mantequillas de la casa, una de ellas deliciosa de tomate, a la que acompañaron el aceite de Monterosa de Moncarpacho y la sal de Jorge, Salmarim de Castro Marim. Comenzamos bien, al modo tradicional portugués, y con un guiño a las excelentes materias primas del Algarve.


Desde el principio hasta el fin, todo tiene un sentido en el menú; cada plato tiene su propio argumento y cada ingrediente un papel. Y todos tienen que ver con la trayectoria personal y profesional de su autor. En los platos Brito va escribiendo los capítulos de su biografía, sus orígenes en el Alentejo (Almôdovar), su paso profesional por Madeira y la complicidad con la tierra que eligió para vivir, el Algarve.


Nos adentramos en su cocina con una caballa ahumada con cremoso de escabeche, pepino, y gin. Fue un bocado delicioso, maridado con Duo, un vino blanco de la bodega Quinta dos Vales con uvas albariño y arinto.

El segundo pase fue una vieira acompañada de una sabrosa crema de guisantes con chorizo, sabores estos últimos ligados a la infancia del chef en su tierra natal, y con el que consigue dar una potencia inusual a la protagonista del plato.


La tercera propuesta nos confirmó el virtuosismo del chef en la cocina de vanguardia. Brito unifica aquí magistralmente los productos del mar y la tierra, el Algarve con el Alentejo, y lo hace con un trozo de atún rojo  a su punto, de esos que tiempos atrás se pescaban en las famosas almadrabas de Tavira, y al que acompaña su particular versión de los 'pezinhos de coentrada', que dejan una untosidad sorprendente a la receta.


Un plato que completa con un guiño a su paso por Madeira con la incorporación del chuchú, la ‘pimpinela’ de la isla. El resultado es brillante y se amplifica con el maridaje de un vino que nos dejó asombrado, un reserva rosado caladoc de Quinta do Cardo, de la Beira Interior.


El espectáculo gastronómico continúo con una particular interpretación de un clásico francés, el pato a la naranja, en este caso maridado y acompañado con 'laranjas' del Algarve, lechuga frita y sutiles cubos de xarém. Y para maridar, un vino elegante, el tinto São Lourenço de Bairrada.


La transición al postre la hicimos con helado de frutos rojos aprisionado por dos ricas galletas. Y,  antes de darnos de nuevo una sorpresa con el plato final del menú, Cláudia nos sirvió un vino dulce para acompañarlo, un Late Harvest Petit Manseng 2017, una joya del Douro



El postre fue deslumbrante en todos los sentidos. Otro guiño a Madeira con tres versiones distintas de su banana. Sobre el plato un financier de banana, una banana flambeada, y un helado de la misma fruta con crumble. ¡Delicioso y bonito!


La cena nos dejó placer, emoción, y una especial empatía con su autor, que ha sabido en estos años hacerse con la técnica, pero sin renunciar al sabor y al lirismo en sus platos. Ir lento para llegar lejos, así camina Luis Brito por el mundo de la alta cocina.

DATOS DE INTERÉS

-A Ver Tavira tiene carta diferente de almuerzo y de cena, así como tres tipos de menú degustación (45, 55 y 75 euros ), para los que puedes solicitar el maridaje. El menú y la carta se pueden consultar en su web avertavira.com

-El restaurante está ubicado junto al castillo y frente al museo. El horario de apertura es de 10.00 a 22.00 horas de martes a sábado y de 10.00 a 15.00 horas los domingos. Es conveniente reservar y se puede hacer desde su propia web o redes sociales. 

-Si buscas un hotel para tu estancia en Tavira, pincha aquí y puedes reservar a través de booking. Nosotros ese día optamos por el hotel Maria Nova Longue.


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