¿Saben lo qué son los tremoços en Portugal? Los altramuces, uno de los aperitivos más populares del país unido siempre a una fría cerveza. Pero tremoços es también el nombre de quizá la playa más exclusiva de todo el Algarve, la que se esconde debajo de la piscina del lujoso hotel Vila Vita Parc en Porches, un pequeño tramo de la costa de Caramujeira tan atractivo como el resto.
No sabía que la playa del Vila Vita tenía el nombre de tremoços hasta hace poco, y sentí una enorme curiosidad por saber porqué este tramo de la costa ‘tan chic’ y tan desapercibido para muchos, había acabado llamándose el de ‘los altramuces’.
Después de preguntar y de rebuscar, por aquí y por allí, he averiguado que en estas playas tan maravillosas de Lagoa había tradición hace muchos años de salar en sus aguas turquesa los altramuces. En estas calas rocosas, atadas a sus rocas, se dejaban los sacos de tremoços cocidos para que las olas del mar en sus bajadas y subidas los acabaras salando y dejando a punto para el aperitivo. Así que supongo que la tradición acabó dando nombre a una de los rincones de la costa de Lagoa, el situado entre la Playa de Cova Redonda y la Playa de los Beijinhos.
Este lugar, como ocurrió en otros muchos parajes de esta región, enamoró en los años ochenta a la familia alemana de Reinfried Pohl, tanto que en este precioso acantilado acabaron abriendo en 1992 uno de los resorts más exclusivos del mundo, con unas vistas espectaculares del Atlántico y de toda la costa de Armação de Pêra.
Precisamente, para llegar hasta la Playa dos Tremoços tienes que desviarte y entrar en Alporchinhos, donde está la Playa de Cova Redonda y de Nossa Senhora da Rocha, y allí buscar el final de la calle Anneliese Pohl, la propietaria que supo dotar de una especial elegancia a este complejo hotelero.
La vía finaliza justo encima del acantilado que da a esta pequeña playa y por el que cuidadosamente tienes que descender para tocar la arena.
Elegimos hace unos años Vila Vita para la celebración de un aniversario, la ocasión lo merecía, y lo hicimos cuando comenzaba la renovación de todas sus instalaciones. No obstante, el complejo sigue conservando la esencia algarvia del diseño original que idearon sus autores, el de un pequeño paraíso conformado por un grandioso e idílico jardín con piscinas, un lago en el que nunca faltan patos y cisnes y mosaicos de azulejos en las fachadas de sus lujosas habitaciones.
En los últimos años el resort se ha convertido además en una referencia gastronómica de la península, no sólo porque ofrece a sus clientes hasta 10 restaurantes para elegir y una bodega propia con los mejores vinos que produce en el Alentejo, sino porque además alberga entre ellos el restaurante Ocean con dos estrellas Michelin, de la mano del chef austríaco Hans Neuner. Una relevancia gourmet que se ha visto refrendada desde hace cuatro años con la celebración en el mes de mayo de uno de los mayores festivales gastronómicos europeo, el Fine Wines&Food Fair, que ha logrado reunir a una treintena de chefs Michelin del mundo en sus cocinas.
Como contrapunto a la suntuosidad del hotel está la sencillez de su playa, un pequeño arenal, dividido en dos partes y protegido del mar por un largo espigón, rasgo de identidad de esta playa.
Encima de la playa de los Tremoços, como ocurre por buen parte de esta costa, un línea de caminos abierta por los paseantes te brinda un paseo de vértigo con una de esas vistas deslumbrantes del mar que se echan de menos todo el año.
No sabía que la playa del Vila Vita tenía el nombre de tremoços hasta hace poco, y sentí una enorme curiosidad por saber porqué este tramo de la costa ‘tan chic’ y tan desapercibido para muchos, había acabado llamándose el de ‘los altramuces’.
Después de preguntar y de rebuscar, por aquí y por allí, he averiguado que en estas playas tan maravillosas de Lagoa había tradición hace muchos años de salar en sus aguas turquesa los altramuces. En estas calas rocosas, atadas a sus rocas, se dejaban los sacos de tremoços cocidos para que las olas del mar en sus bajadas y subidas los acabaras salando y dejando a punto para el aperitivo. Así que supongo que la tradición acabó dando nombre a una de los rincones de la costa de Lagoa, el situado entre la Playa de Cova Redonda y la Playa de los Beijinhos.
Este lugar, como ocurrió en otros muchos parajes de esta región, enamoró en los años ochenta a la familia alemana de Reinfried Pohl, tanto que en este precioso acantilado acabaron abriendo en 1992 uno de los resorts más exclusivos del mundo, con unas vistas espectaculares del Atlántico y de toda la costa de Armação de Pêra.
Precisamente, para llegar hasta la Playa dos Tremoços tienes que desviarte y entrar en Alporchinhos, donde está la Playa de Cova Redonda y de Nossa Senhora da Rocha, y allí buscar el final de la calle Anneliese Pohl, la propietaria que supo dotar de una especial elegancia a este complejo hotelero.
La vía finaliza justo encima del acantilado que da a esta pequeña playa y por el que cuidadosamente tienes que descender para tocar la arena.
Elegimos hace unos años Vila Vita para la celebración de un aniversario, la ocasión lo merecía, y lo hicimos cuando comenzaba la renovación de todas sus instalaciones. No obstante, el complejo sigue conservando la esencia algarvia del diseño original que idearon sus autores, el de un pequeño paraíso conformado por un grandioso e idílico jardín con piscinas, un lago en el que nunca faltan patos y cisnes y mosaicos de azulejos en las fachadas de sus lujosas habitaciones.
En los últimos años el resort se ha convertido además en una referencia gastronómica de la península, no sólo porque ofrece a sus clientes hasta 10 restaurantes para elegir y una bodega propia con los mejores vinos que produce en el Alentejo, sino porque además alberga entre ellos el restaurante Ocean con dos estrellas Michelin, de la mano del chef austríaco Hans Neuner. Una relevancia gourmet que se ha visto refrendada desde hace cuatro años con la celebración en el mes de mayo de uno de los mayores festivales gastronómicos europeo, el Fine Wines&Food Fair, que ha logrado reunir a una treintena de chefs Michelin del mundo en sus cocinas.
Como contrapunto a la suntuosidad del hotel está la sencillez de su playa, un pequeño arenal, dividido en dos partes y protegido del mar por un largo espigón, rasgo de identidad de esta playa.
Encima de la playa de los Tremoços, como ocurre por buen parte de esta costa, un línea de caminos abierta por los paseantes te brinda un paseo de vértigo con una de esas vistas deslumbrantes del mar que se echan de menos todo el año.
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