Aunque sé que hay detractores locales de la nueva imagen de la playa de Monte Gordo, a mi me gusta mucho, sobre todo me encantan las vistas del mar que te brinda esa gran pasarela en alto desde sus restaurantes. Comer en esta atalaya, vigilando toda la playa, es un placer, que se acrecienta si lo haces además en un lugar con una cocina brillante y un ambiente coqueto, donde se cuidan todos los detalles.
Ese es el caso de Dona Bela, el restaurante frente al casino que abrió sus puertas el pasado verano de la mano de Evangelina, una cocinera que, después de forjarse en uno de los restaurantes más carismáticos de Praia Verde, se lanzó a montar su propio restaurante.
Ya nos había recomendado Jorge Raiado el lugar, que es siempre una garantía de éxito, y sus opiniones sobre el buen hacer de la chef las corroboraba nuestra amiga Filipa, que insistía en ‘combinar’ para almorzar juntos aquí. Así que aprovechamos la caminata del último domingo que se celebra en Azinhal para reencontrarnos en un precioso paseo, abrir el apetito, y acabar comiendo en Dona Bela, despidiéndonos con esa serena puesto de sol del otoño en la playa.
No sé si es arriesgar mucho, pero después de conocer y de disfrutar de su cocina, no creo que exista otra más sabrosa, original y bien confeccionada actualmente en Monte Gordo. Evangelina consigue ofrecer a sus comensales algunos de los platos más emblemáticos del recetarios de la gastronomía del Algarve, pero poniendo en ellos un matiz propio y distinto que los enriquece y los hace diferente.
Con aquellas entradas y ese excelente pan casero que hacen por esta tierra casi acabamos una botella de tinto de la bodega algarvia João Clara.
De segundo, hubo un poco de todo. Para Miguel una gran cataplana de raya y almejas que, pese a ser para un solo comensal, si no se comparte difícilmente se puede terminar. Todos tuvimos que picar y mojar en aquel suculento guiso marinero.
Como no había farófias con crema de leche, porque según nos confesó la camarera este postre viene de las manos de la madre de la chef que ese día no estaba por la labor, decidimos compartir un tiramisú acompañado de un licor local, y un petit gâteau de dulce de leche con helado de frambuesa. Si les gusta el dulce de leche tanto como a mí, no pasen por Monte Gordo sin probar este.
Comer con amigos siempre te hace sentirte bien, al menos a mí, pero todavía más si a la buena compañía le unes un lugar tan privilegiado frente al mar, un servicio con mucho mimo, y unos platos repletos de sabores y matices.
No sé si es arriesgar mucho, pero después de conocer y de disfrutar de su cocina, no creo que exista otra más sabrosa, original y bien confeccionada actualmente en Monte Gordo. Evangelina consigue ofrecer a sus comensales algunos de los platos más emblemáticos del recetarios de la gastronomía del Algarve, pero poniendo en ellos un matiz propio y distinto que los enriquece y los hace diferente.
No sólo destacan las recetas y la confección, también sobresale la bonita puesta en escena de cada plato, su montaje, e incluso la selección de las vajillas. Todo está muy cuidado en Dona Bela y eso se pone de manifiesto nada más llegar, con las entradas de la casa, una bandeja para dos personas, con mantequilla casera de cítricos, aceite extra virgen, langostinos envueltos en mayonesa y aceitunas con un aliño especial.
Con aquellas entradas y ese excelente pan casero que hacen por esta tierra casi acabamos una botella de tinto de la bodega algarvia João Clara.
De entrada pedimos, por consejo de Filipa, los huevos con tomate, podría ser un simpleza, pero la cocinera se esmera en este plato y además de agasajarte con una deliciosa salsa casera de tomate frito, de esas con trocitos de hortaliza, las sirve en unos nidos de patatas pajas y con un huevo duro de codorniz. Plato rico y original.
De segundo, hubo un poco de todo. Para Miguel una gran cataplana de raya y almejas que, pese a ser para un solo comensal, si no se comparte difícilmente se puede terminar. Todos tuvimos que picar y mojar en aquel suculento guiso marinero.
David y Filipa se decantaron por un plato muy local, el xarém. Llegó para ellos una gran olla de crema de harina de maíz, suave, cremosa y repleta de coquinas. Filipa, que de este plato sabe mucho, le puso un diez.
A mí me encantaron los chocos asados, salpicados de pimientos confitados que coloreaban el plato y acompañados de un risotto de lima maravilloso, que le daban ese contrapunto moderado de acidez que tan bien le sienta un cefalópodo en cualquier receta.
Como no había farófias con crema de leche, porque según nos confesó la camarera este postre viene de las manos de la madre de la chef que ese día no estaba por la labor, decidimos compartir un tiramisú acompañado de un licor local, y un petit gâteau de dulce de leche con helado de frambuesa. Si les gusta el dulce de leche tanto como a mí, no pasen por Monte Gordo sin probar este.
Comer con amigos siempre te hace sentirte bien, al menos a mí, pero todavía más si a la buena compañía le unes un lugar tan privilegiado frente al mar, un servicio con mucho mimo, y unos platos repletos de sabores y matices.
DATOS DE INTERÉS
-El restaurante Dona Bela está ubicado en la playa de Monte Gordo, en la pasarela junto al Casino. Cierra martes. El resto de días abre para almuerzos y cenas de 11.00 a 23.00 horas.
-El precio medio es de 25 euros. Admite tarjetas.
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